Monday, April 24, 2006

Walden 7

Siempre imaginé que una orgía tenía que ser algo planificado, que había que organizarla, ponerse de acuerdo, quedar de antemano. Jamás hubiera pensado que aquella noche en Barcelona iba a terminar de esta manera. Marc, un hombre de apenas cuarenta años, a pesar de de que tenía el pelo casi blanco, fue el responsable, el maestro de ceremonias. Marc no era muy alto, pero era bien parecido, moreno de piel, con una mirada penetrante y una gran seguridad en sí mismo. "¿Os venís a mi casa?" Organizó todo rapidísimamente: "Vosotros dos os venís en mi coche y vosotros dos con Alex" (un amigo de Marc que llevó a otros dos chicos que hoy ya no puedo recordar su nombre).
Mientras abandonábamos Barcelona por la Diagonal me invadió una repentina sensación de miedo, pero el alcohol y mi afán aventurero hacían que continuara con esta imprudencia. No podía perderme una oportunidad así. No todos los días te invitan a una orgía. Y si es un sádico asesino... Y si nos dan una paliza... Ir con Ángel me tranquilizaba aunque también le había conocido aquella noche. E iba pensando en estas cosas cuando llegamos al Walden 7.


Mi primera impresión al llegar fue la de un castillo de cuento de hadas, y claro, Marc era su príncipe. ¿O era el castillo de Drácula? Casi adoptando el papel de un guía turístico nos contó con mucha emoción la historia del edificio. El Walden 7 nació como un espacio para vivir en comunidad de un modo autosuficiente tomando como referente la utopía Walden Dos de Frederic Skinner; una idea surgida en los talleres del arquitecto catalán Ricardo Bofill en los años 70, símbolo de una época, y donde intervinieron disciplinas como la filosofía, la psicología, la antropología, y muchas otras. Se construyó en un antiguo solar de una fábrica de cemento de la periferia de Barcelona para una comunidad de unas mil personas. Las viviendas -todas distintas- son el resultante de la unión de módulos cuadrados de 30 metros: desde el estudio de un solo módulo hasta viviendas de cuatro. El apartamento de Marc era de los grandes, un duplex de dos plantas, bastante desordenado, aunque se notaba que estaba decorado con muy buen gusto.


Esta Ciudad en el Espacio -como se le denominó- es como un gran laberinto vertical formado por siete patios interiores comunicados a todos los niveles mediante circulaciones horizontales y verticales. Los callejones y pasadizos, bautizados por Agustín Goytisolo, tienen nombres de gente como Chaplin, Marx, Kafka. Hay una placita central que en otra época fue punto de reunión como en las antiguas plazas públicas, se potencia la actividad social y cultural, la solidaridad: es algo más que una comunidad de vecinos. Es un proyecto de vida, un intento de volver a inventar la utopía aunque sea en una pequeña comunidad. En aquella época las losetas que cubrían el edificio se estaban cayendo y una inmensa red rodeaba el edificio. Metáfora fatal del fracaso de la materialización de una utopía. Os aseguro que ese era el tipo de cosas que estaba pensando.


Subimos los seis a una de las azoteas del edificio, estaba amaneciendo; un jardín de flores se abrió ante nuestros ojos y una piscina ocupaba el centro de la terraza. Aunque fuimos a ver las vistas desde el tejado nos desnudamos rápidamente y nos dimos un chapuzón para rebajar el colocón y el deseo. Marc y yo empezamos a toquetearnos por debajo del agua, mientras Ángel y los otros jugaban a lanzarse agua. Por un momento pensé que aquello era la felicidad. Me ví como en aquel cuadro donde el paraíso es representado por un grupo de personas danzando alrededor de un árbol y otras parejas dedican su tiempo al amor. De repente, imaginé que la gente tras las puertas salía de sus apartamentos y se unían a nuestra fiesta. Mi carácter epicúreo hizo que me dejara arrastrar fácilmente por la pasión: la vida es un regalo que debemos disfrutar y aprovechar al máximo, la vida siempre trae sorpresas y pocas veces tan fascinantes como ésta. Si hay un paraíso debería ser algo así. No olvidaré sus caras aunque haya olvidado algunos nombres, pero la generosidad, el placer, el amor -aunque fuera efímero- de todos esos hombres jamás lo olvidaré.
Apuntes desordenados sobre sexo y utopía

1 comment:

Euler said...

Me encanta. A ver qué tienes más por aquí.